Para discutir de todo...como en botica.

viernes, enero 13, 2006

Cazador entre el centeno 1

Bueno, a partir de hoy y por otros dos viernes, les traigo una hsitoria que me envió un colaborador externo de la botica, el dependiente que organiza las cajas de atrás y que se hace llamar Ogro de Bakú. Ojalá les guste... que el boticario así se puede tomar un poco de descanso. Y ahí les va.

La Semana Santa de mis trece años la pasé pescando. Fue la única vez que lo hice, tal vez porque el silencio y la paciencia de pescar me obligaron a estar más tiempo conmigo de lo que puede soportar cualquier adolescente. En otras palabras, tal vez me aburrí. Y aunque colgué mi caña sin pena ni gloria, nunca olvidaré esa semana.

Los primeros años de mi finca nos hacinábamos en una casa de bareque. El altillo lo habían tomado los grillos y las chicharras, mientras nosotros teníamos una habitación donde llegamos a meternos diez personas. Además, compartíamos con los cuidanderos un baño y una cocina a medio construir, ambientados por un miquito maicero, misógino y virgen, que moriría de depresión años después.

Esa semana éramos nueve: mis papás, mis hermanas, mis tíos, Juanita, Leonardo y yo. Juanita me llevaba casi dos años y era la mejor amiga de una de mis hermanas. Leonardo era un amigo de mi barrio. Yo era el hermano menor, el que viaja en el baúl del carro, el que duerme en un catre y se viste sin rechistar con bermudas de colores. El hermano menor que nació con el respeto familiar perdido.

Leonardo tenía la teoría de que en la madrugada los peces también dormían. Poníamos la alarma a las cinco de la mañana, cogíamos las cañas, un balde y un azadón para buscar lombrices, y salíamos en compañía de Lucas, nuestro perro, que se desperezaba, aullaba de felicidad y bajaba con nosotros al lago. Unos minutos después se aburría y regresaba a esperar a que mi papá despertara.

Una vez nos sentábamos comenzaba la espera. Esa Semana Santa, mientras Leonardo tiraba una y otra vez el anzuelo, me puse a leer “Cazador en el centeno”, de J. D. Salinger. La historia de Holden Caufield, el protagonista, era por esa época una declaración adolescente de rebeldía: Caufield es expulsado del colegio por su bajo rendimiento, y antes de enfrentar la ira de sus padres, decide irse a Nueva York. Su comportamiento errático, irónico y rebelde sedujo a toda una generación.

Me detuve un rato y comencé a mirar absorto el nailon para detectar cualquier movimiento. Con el paso de los minutos el nailon se transparentaba y yo, sin parpadear, viajaba en el tiempo. Los pensamientos me atropellaban. Era la edad del limbo. La infancia, la adolescencia, el colegio de hombres, las mujeres que comienzan a volverse un tema obligado, así toque fingir, así uno quiera seguir jugando Nintendo y montando en bicicleta.

Esta historia continuará a la misma hora, en el mismo blog, la próxima semana. No se pierda la segunda parte!

4 comentarios:

Mr Brightside dijo...

Espero que haya acción entre el protagonista y la amiga de la hermana!!!

O tal vez muertes en el agua.

Que al menos algo le pase al perro!!!

Mentiras, espero la segunda. Pero un poco de morbo no cae mal!

Anónimo dijo...

Hello!!
pues tambien esperare la historia de pesca 2 parte, aunque como cosa rara vuelve y sale una juanita......
que vaina...
esperare el proximo viernes..
saludos.

Ciudadano Tipico dijo...

Tres cosas.

1. No se me hubiese ocurrido escribir de esa forma nylon, osea, nailon, pero consulté en rae.es y efectivamente, si señores, existe, el ignorante, como de costumbre, soy yo.

2. Bien escrito el relato. Me gustó entre el vocabulario y la redacción que recuerda a macondo.

3. Sin embargo, confieso que no me agrada que descanse. Extraño su botica.

Saludos don día libre.

Anónimo dijo...

me gusto la historia.