Para discutir de todo...como en botica.

lunes, enero 23, 2006

Cazador en el centeno - 2

Un poco más trade de lo prometido, debdio a problemas laborales, informáticos, inexistentes, sentimentales y gastrointestinales, se cumple lo prometido. Pido disculpas a quienes esperaban tener una buena lectura del Ogro de Bakú apra el fin de semana (sí, cómo no). Así que acá sigue la historia.

Los pensamientos me atropellaban pero podía repasarlos en paz. No estaba en la penumbra y estridencia de un salón comunal, tratando de identificar alguna niña para bailar o sosteniendo una conversación a gritos. Tampoco estaba en los círculos que se formaban en el colegio, donde al mismo ritmo que escupíamos en el piso oíamos las historias de los próceres de la virilidad. Aquellos que habían estado en territorio enemigo – o que decían haber estado – y traían botines de guerra.


Mis botines de guerra me los guardaba para mí mismo. Además, al final de cuentas, ¿cuáles eran en ese entonces? Recuerdo dos. A los doce años había estado en Santa Marta con mi familia, y mientras organizábamos en la playa peleas nocturnas de cangrejos, descubrí con un amigo un tesoro: una cortina a medio correr en una de las cabañas del hotel, ocupada por seis o siete mujeres. Inventamos que eran modelos – o tal vez lo eran – mientras las veíamos cambiarse y caminar en calzones de un lado a otro de la habitación. La ventana apenas daba espacio para uno de nosotros, y el grupo de espías creció con el paso de los días hasta que una mala noche el telón se corrió para siempre. A pesar de los breves turnos que tuve, de la difícil perspectiva, del vidrio sucio y de la distancia, lo consideré un auténtico ritual de iniciación.

El segundo fue un ataque directo. Después de mucho evadirlo, Juan Manuel – mi gran amigo de infancia – me convenció de pedirle a Ana María, una flaca altísima que enredaba sus piernas y brazos en una bicicleta, que fuera mi novia. Él había decidido que le gustaba más Sandra, la prima de la flaca (Juan Manuel, claro, fue el primer ejemplo del tipo “pinta”, que escoge primero y que deja algo para los demás). Ana María me mandó el sí con otra vecina. Sin haber disfrutado de mi nueva condición, ni haberla visto o hablado con ella, salí de Bogotá unos días. Cuando regresé me esperaba una carta en el buzón, escrita en colores, con la ruptura definitiva e inapelable.

También estaba Juanita, la mejor amiga de mi hermana. Era la figura femenina más cercana que tenía, aparte de mi mamá y de mis hermanas. Me trataba como a su hermano menor y explotaba mi timidez al máximo, con preguntas sobre mis amores inexistentes o con coqueteos y cumplidos concebidos para desestabilizarme. Arrinconado y derrotado, yo respondía con pocas palabras y gestos ridículos. Ella se reía, movía el pelo, me clavaba un beso en la mejilla o seguía hablando con mi hermana.

Veía a Juanita en mi casa, en los paseos familiares y en mi finca; la veía de reojo en la mañana con una piyama; la veía pasar y me enredaba en su olor femenino; la veía en el río en vestido de baño; la veía y la veía y trataba de entender algo. Y después de darle vueltas y vueltas, llegué a la conclusión de que no estaba cultivando ningún amor platónico por ella. Sencillamente había copado mis terrenos sagrados, el cuartel general donde reunía fuerzas, donde me escondía del enemigo y planteaba estrategias fallidas. Era una invasión que me confrontaba, pero contra la cual no podía hacer nada.

Para quienes no han gustado de esto, tienen la buena nueva de que sólo falta un tercer apartado y listo, salimos. Claro, los que sí están medianamente intrigados, también sabrán que este viernes podrán leer qué fue del narrador, de Juanita y, claro, de Lucas. Nos veremos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Y será que la Juanita del "Ogro de Bakú" tiene algún tipo de relación con la Juana de Lewinski???

Espero que no, una vez más sería tan triste

Mr Brightside dijo...

Me hizo recordar la falta de hermanas en mi infancia... Un poco de invasión nunca puede estar tan mal creo.

Esperemos por la suerte del narrador.

Y la respuesta al tag?????

Saludos Lewin

Cristina Vélez dijo...

Las historias de los despertares sexuales son sorprendentemente tiernas...bueno, algunas.

Que terribles son las niñas que tienen alma de lolita pero ya son un poquito viejas para serlo...son las más "invasivas" como diría el aclamado autor de esta entrada.

Anónimo dijo...

Siempre pensé que tener hermanas era el trampolín para conocer mujeres. Pues es un mito: aún espero esa iniciación.

El Ogro

PD: Esta Juana no es la misma de Lenin.