Hrvatska
Desde que vendí mi alma al tinto de las 3 p.m., el trabajo de los sábados por la tarde y las demás incumplidas promesas del mundo corporativo, he experimentado grandes y largos cambios. No es solo que los viernes suelan ser más cortos porque terminan entre las diez y las diez y cuarenta y tres de la noche, fruto del cansancio y los martines de Sirocco y Mink, uón, ni que ahora las chicas ya no quieran compartir conmigo el perro fulequipo de la Mona sino por lo menos el carpaccio de mero de Amarti (o si no, pailas, acuéstese a las diez y cuarenta y dos, solito y sin consumar aquello que tanto le gusta hacer en el minuto que queda de vida). Resulta que, encima de eso, tengo que andar con el moco ridículo ése que llaman corbata.
Las niñas de la oficina usan pantalones negros y carteras largas todos los días, y yo me amarro el adminículo ese al cuello como un suicida inepto, y trato de que el nudo quede sonriente y de que la pinta del bicho salga con mi estado de ánimo o con el saco de la secretaria bonita. Sobra decir que siempre fracaso. Encima no me puedo comer una pinche hamburguesa, ni untar con alguna salsa cualquier bastón de apio, papa frita, totopo, kaprichito o achira que me encuentre, porque las corbatas ejercen un magnetismo como sexual sobre los brebajes que se escurren del alimento. Conclusión: uso corbatas, pero nunca salen con nada y se manchan. Y las manchas tampoco salen con nada.
Así que me ha tocado iniciar eso que un compañero de oficina, abogado tinterillo y godo donde los hay, llama “furtus usus” o algo así: “hurto de uso”, dice cuando agarra un libro o un esfero mío, y se ríe de un chiste que creo que no tiene sentido desde cuando los leones se cansaron de comer cristiano en el circo romano. En otras palabras y para dejar de hablar mierda (ah, pero ¡cómo libera hablar mierda sin ton ni son!) me tengo que tumbar las corbatas. Bueno, no me las robo definitivamente sino, como el cantante de “la celosa”, solamente las tomo prestadas por algunas horas – aunque después terminen con manchas insospechadas. Y no tocaré más este punto.
El caso es que igual eso tampoco me funciona. Mi hermano tiene corbatas de Los Cazafantasmas y Los Thundercats, porque solo las usa para sus reuniones de exalumnos del Jardín Infantil Patitos y Patitas, y cuando las utilicé me gané no solo la burla del vigilante de la oficina sino veinte sesiones gratis con la psicóloga de la empresa. Entonces empecé a usar las de mi papá, hasta que mi amiga de la oficina, la que me ha hecho perder a varios amigos por habérselas sacado cualquier “juernes, maríc” (“¿y está buena?”, “pues… uy, baila muy bien!”. Solo se la pilló el que me preguntó si tenía chucha, porque le contesté con que esa halitosis nunca sabría que otros olores podía despedir su cuerpo”), me dijo que honestamente unas tenían color de vómito de pizza hawaiana y las otras eran tan flaquitas que parecían de mi mamá o de Boy George (Mierda, hasta ahora me doy cuenta que comparó a mi mamá con el primer transformista que recuerdo… ¿será que mi mamá tiene pinta de hombre vestido de mujer? Puede tener que ver con eso de que cuando estoy con otras dos mujeres, digo, con dos mujeres, ellas siempre dicen “nosotras”. Mierda.)
Total, que solo me quedaba una corbata limpia esta mañana. De un impecablemente neutral tono azul y fruto de una broma nunca comprendida, era de Coca-Cola, con letreros minúsculos que solo se notan si se mira la corbata colgado cabeza abajo en una noche de luna nueva, tras haberla frotado con excremento de pingüino antártico y haberse lavado los ojos con un brebaje que incluye pipí de quinceañera, licortransparenteysinnombrepropidelaindustrialicoreradebolivarquevienenebotellatriangular y tintura de añil. Bueno, el caso es que tenía esa corbata, que me hace juego con las medias de punto locura que tengo desde 1996 (ahora descontinuaron la colección… ya me va a tocar ponerme medias de rombos los sábados, para que hagan juego con la chaqueta de gamuza… voy a entrar a la cuarentena y los amigos y las mujeres me pondrán en cuarentena) y, desde el otro lado de la calle saltó mi traga eterna de la adolescencia, saltó a mi cuello, me abrazó como se abraza a un padre al que se creyó muerto e introdujo su lengua en lo oído izquierdo. Era mía, por fin, catorce años y veinte kilos más tarde. Pero su mirada extraviada no me pintaba muy bien, y menos su pinta de hippiepseudoregenerada: no sé si estaba trabada o le gustaba echarse el menjunje ese en los ojos, pero notó que se trataba de una corbata de cocacola. Supo que mi alma había sido vendida. Y me dejó.
Malditos yupis, malditos croatas.
P.D. Este es el regreso del viejo boticario, que había sido desplazado por la poética barata y el silencio cómplice. Falta brillo, falta chispa, ¡pero regresó!
P.D. 2: Al primero que adivine o averigüe el por qué del título, se gana premio sorpresa.
P.D. 3: Como me gustan las postdatas… es como hablar mierda, pero de a poquitos.
12 comentarios:
Ya sé, porque fijo tu corbata eradel mismo azul de la camiseta que Croacia usó en el mundial del 94 y dentro de los cuadritos blancos (o los rojos) estaba el logo de Coca-cola. Atiné?
Triunfal regreso, magistral. Ahora la botica forma parte de alguna multinacional de los medicamentos, con nombre enredado en alemán.... pero en su corazón sigue siendo la misma botica de siempre.
Y pues el nombre es Croacia en Croata ... pero no entiendo que tienen que ver los Croatas con la perdición de su amor platónico... igual Titania lo dijo primero.
Excelente, al mejor estilo de sus mejores posts de los inicios. Sólo espero que no pase como la vez pasada y abandone esta fina y admirada arte que ud domina a la perfección de hablar y escribir mierda sin ton ni son.
Bienvenido mano.
Yo digo que es porque los que viven en Hrvatska son los Croatas y que éstos tienen sonoridades afines con la corbata: croata-corbata...di? Conociéndote, cualquier otra explicación me parecerá innecesariamente complicada!
Rico leerte!
Anónimo, anónimo, regresa y da la cara...
Titania, Patton y Gayside: gracias por volver. Y pucha si se siente bien!
A diferencia de los demás visitantes de la botica y de quien lo administra me declaro una nostálgica de la prosa dulce a la que ya nos habías acostumbrado. Boticario donde estan esos susurros rosa, esos gritos sordos y esos vientos desagarradores. Las disertaciones sobre la corbata ahogan tanto como la prenda. Sacando del baul de los recuerdos una de las frases más sentidas de cualquier credencial, Nunca cambies.
Soy un lector infrecuente de este blog. Casi no vuelvo a leerlo a raíz de los terribles posts poéticos de los últimos meses. El de hoy me parece malo, pero ya está dentro de lo decente, de lo que se deja leer. Camila no tiene razón.
NO sé por qué el título.. no me interesa el premio, pero saldrias conmigo? sin corbata, claro! jajaja
un abrazo juan..
Es muy bueno ver que han re abierto la botica.
Cuando era niño creía que una botica era una bota muy pequeña.
explico mejor que el anonimo:
la palabra corbata viene de las legiones croatas (en efecto) que acompañaban a napoleon en no sé dónde. usaban un pañuelo anudado en el cuello. en francés se dice crabate o algo así...
premio?
Pues nada, solo que Hrvatska no fue al mundial del 94, el uniforme que dice Titania debe ser el del '98 de Croacia, con el que mi compadre Davor Suker llevó a su selección hasta el tercer puesto de ese mundial.
Eso, eso, del 98.
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