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miércoles, marzo 21, 2007

Mamá Nena

Mamá Nena tiene noventa años, un bastón y un bastante de demencia senil. Mamá Nena ha salido de Cundinamarca menos veces de las que cualquiera de sus nietos ha salido de Colombia. Mamá Nena zapatea cuando se pone de mal genio y le tiene nombre a sus carteras.

Mamá Nena fue rebelde y voluntariosa desde niña, y jugaba a hacer zozobrar la barca por la que su familia atravesaba la laguna de Fúquene. Mamá Nena se enamoró perdidamente de un extranjero con apellido extraño, sin título y sin dinero. Mamá Nena solo tuvo un hermano al que quiso con toda su alama.

La casa de Mamá Nena es un apartamento de abuelita: muebles viejos y siempre desvencijados, cortinas pesadas, decenas de fotos. Ir a visitarla es un placer extraño, lleno de cómodos silencios, monólogos interminables e invitaciones a darse una siesta. Sus conversaciones giran alrededor del complot para asesinar al presidente (a este presidente, pero también a cualquier otro), de la importancia de estar casado o ennoviado y de tener hijos, de la maldad intrínseca de la mujer.

Mamá Nena baila y fuma en las reuniones sociales, come chicharrón con ponqué, esparce "rouge" en sus pómulos. Ya fue gordita y ahora es flaca; ya tuvo una tenia; ya enterró a casi todos sus amigos. Mamá Nena adora al Chavo y a Cantinflas, a quienes ve aunque no pueda oir nada, y pone la santa misa de los domingos por la mañana.

Mamá Nena tiene unas geniales conversaciones con Bertica, que vive al otro lado de la calle: mientras Bertica no oye casi, mamá nena baja el volumen de su cháchara. Bertica sonríe y, al cabo de un rato, pregunta a tu oído "qué fue lo que dijo Nenita?". Y se adoran.

Cuando, en las noches de desvelo, pienso en personajes de ficción, pienso en Mamá Nena.