Para discutir de todo...como en botica.

viernes, octubre 27, 2006

Triqui triqui otra vez

“Trick or treat, it’s all hallow’s eve” y a disfrazarse. Como la semana santa, como el cumpleaños o la Navidad, es otro mojón que nos recuerda que el tiempo es espiral, si es que alguna forma de le puede dar. En cualquier caso, este boticario se va haciendo más viejo ya amargado, pero vuelve a vivir los mismos momentos de indecisión ( “¿Qué carazos le regalo este año a mi papá?”) y a luchar con los mismos miedos (“¿Será que esta semana santa tampoco consigo buen plan?”). Pero pocas cosas le ganan al famoso 31 de octubre y su obligación de conseguir disfraz.

Sin embargo, cada año vuelvo a terminar disfrazado o dizquedisfrazado, lo que me ha dado la posibilidad de hacer un pequeño catálogo de los disfraces. No los típicos (enfermera, payaso, colegiala, etc.), sino los estilos en general. A ver qué opinan:

- Cambio de género: este es sencillo, divertido y, en general, muestra de muy poca imaginación. El hombre se pone una falda, una peluca y rellena un sostén con algún implemento. La mujer se pinta barba y bigotes e intenta adoptar alguna postura masculina. Sobra explciar que éste es uno de los más socorridos por los desparchados que consiguen fiesta a las 10:30 p.m. A veces son más creativos, como cuando se camina sobre el filo del transgenerismo (estos los encuentra todos los fines de semana, en octubre como en mayo o junio… pero no en fiestas de casas. O no en las que yo frecuento) o cuando no solo se disfrazó de vieja sino de campesina puertorriqueña o de Cesaria Évora. Pero son escasos.

- Profesiones: de chiquito, era el de payaso, vaquero o beisbolista. Ahora las chicas dejaron atrás los sexis pero trillados de enfermeras o azafatas y suelen ir vestidas de prepago, y los chicos ya no son mariachis porque prefieren el de traqueto (de nuevo, un disfraz muy común. Vaya cualquier día a la T o al parque de la 93 y ahí verá una mano de gente disfrazada). El éxito es garantizado, aunque la sorpresa sea minúscula, en esta ciudad traquetizada como tantas otras. Ah! Y punketo, diseñadora de la Tadeo, abogada yupi de la javeriana o mamerto de sociología de la nacional NO CUENTAN.

- Personajes: hace unos años fue Celia Cruz, después de los fallidos intentos de ser Manimal en 1985 y de aparentar a Drácula todos los años de la vida. El año pasado recuerdo gente disfrazada de Leela y de Bender (los de Futurama), y también han pasado Oliva y Popeye, Anibal Smith, Rosso José, Jota Mario, Fanny Mickey (o quizás era ella… tiene cara de máscara, que le vamos a hacer)... El éxito es muy relativo, y la confusión de los demás festejantes suele ser patente. Menos con Fanny Mickey, claro está.

- Conceptual: Se han conocido disfraces de viento, de do bemol, de suspiro, de abstracción, de reingeniería, de esquizofrenia y de proceso de cambio. Son un fracaso garantizado. Soy un fracaso garantizado.

- Facilista: Un amigo engatusó al payaso de un corrientazo y le robó el disfraz. Otro trabajaba de Bugs Bunny en fiestas infantiles, y decidió ir de Bugs Bunny a una fiesta no tan infantil (además logra camuflar el trago). Otro más se trajo su uniforme de la tercera división del Chicó. Son aburridos, todos ellos. Sus disfraces son estúpidos y molestos, pero no tanto como ellos.

Quizás me faltaron categorías o ejemplos, pero ustedes pueden opinar. La botica tiene sus puertas abiertas.

P.D. Ayúdenme a decidir si este año me disfrazo y si sí, de qué

P.D. 2: Igual sé que el sábado voy a tener una hermosa ________ (aún no sé de qué estaré disfrazada, pero seguro de algo divino) en mis brazos. Desde ya te beso, linda.

viernes, octubre 20, 2006

Perdido en ninguna parte

Tnego la HP rodilla jodida. Así que puedo caminar, acostarme, echarme a leer o ver TV, pero no puedo subir ni bajar escaleras.

Eso me hizo darme cuenta de os escalones que uno debe superar cada día. Sí, ya sé, todos los que se han aprtido la pata o han usado muletas por la razón que sea ya lo saben. Pero yo no. Yo era sano hasta que me dio por psicosomatizarlo todo - y ahora tengo el colesterol alto, colon irritable, gastritis, úlceras, pseudoartritis digital, síndorme andropáusico y otro poco de jodas. y me duele la rodilla.

Ah, sí, en eso iba. En que me en realidad no me duele, pero parece que si me pongo a hacer un esfuerzo voy a lograr que estalle, derrmando líquido sinovial, pulverizando meniscos, desplazando rótulas, ligando ligamentos (¡que retruécano más barroco!). Entonces los escaloes. Ah, sí. Deicidí que tengo ganas de ponerme algún aparato para saber cuánto camino al día, y así sentirme menos sedentario y lograr, quuizás, que se esfumen algunas de las falsas enfermedades de joven prematuramente envejecido y de hipocrndríaco secreto. Hasta ahí, todo bien - aunque no tengo ni idea si existe el aparato, dónde conseguirlo, cuántos riñones me costará comprarlo.

Pero luego me meto en este mundo ñoño que llamamos internerd, y en la bloguicosa, y descubro que por acá sí que se camina, mano. Va uno de un lado al otro, y sin perderse, y le dicen que navega o hace surf ¿Por qué esas metáforas del mar océano, tan agirngadas, más flojas que mi estómago y más pobres que las de mis ratos de romántico sin sentido? Explíquenme que tiene de ñoño, sosos y supuestamente infinito el mar, para saber por qué el internerd se parece.

Y todo esto es porque s ejodió mi rodilla y porque un amigo me dijo que él se pierde en el intermundo. Sí, se pierde. Llega a donde no quiere y no sabe qué hacer, quier pedir indicaciones pero nadie esta "ahí", en el "sitio" al que él fue, sino en el mensajero, que es otro sitio que no existe pero sí. Y se pierde. Y quiere pedir un taxi y no puede, y me dice que si pudiera, ¿cómo le oiba a dar una dirección?" ¿Acaso alguien se sabe una dirección en internerd? Si yo, que estoy escribiendo este post en blogger, me perido, nunca sabré dónd eestaba. Toca arrancar de cero, y luego el formulario contienes postdata y me jodo. Y no entiendo.

Como ven, este post no va para ninguna aprte, como cualquier cosa en internerd. Ah, y parte de la culpa la tiene la postada.

P.D. Ilusión: "Por lo general las palabras vienen. Hoy no llegan - espero que mañana, en el momento preciso, lo hagan. Es difícil cuando hay tanto por decir y tantas emociones se agolpan detrás de la elocuencia o el silencio. Así que mejor callo. Callo y sonrío. Callo, sonrío y me lanzo a vivir lo que se venga, con ganas de mamar gallo y de ser quien soy. Y ya. Gracias."

miércoles, octubre 11, 2006

Mosquitos... muertos

Fin de semana en lo que los del altiplano llamamos “tierra caliente”: piscina, cerveza, las amigas en biquini (“pucha, tienes estrías”, “”que cuerpazo el de la novia de este idiota”), los amigos con ganas de andar en bola todo el tiempo (“me da miedo entrar a mi cuarto… este man lleva veinte minutos ahí metido”, “uy, ¡tengo más barriga que El Gordo!”), la locha. Todo lindo, todo hermoso. Yo, incluso, me suelo desenamorar y reenamorar y desenamorar y reenamorar cuando ando por allá, y la paso más sabroso, sin problemas ni frustraciones. Y leo. Me siento culto y bello y todo.

Hasta que llega el romántico atardecer y un amigo apercolla a la buenona (y, por lo general, termina siendo rechazado) y otro amigo se va a dormir la borrachera y una amiga se aleja caminando, atrapada en una eterna conversación por celular con su novio adorado que desafortunadamente no pudo ir, y alguien lee a Paulo Coelho o Walter Riso o Brian Weiss… o hasta a Deeepak Chopra (uy, así con hartas es que suenen como las íes en español, suena a dejota ochenteno) ¿Y yo? Yo soy, lenta e imperceptiblemente, devorado por los mosquitos.

Primera anotación: la verdad, no tengo la más remota idea de si quienes se alimentan de mi sangre son mosquitos, jejenes, zancudos, o extraterrestres que le robaron al chavo pastillas de chiquitolina. Porque la verdad es que ni los veo – y si los viera no haría mayor diferencia para identificarlos, porque de biología pocón, pero podría iniciar la lucha artesanal y desde siempre perdida del hombre contra el insecto.

Segundo punto: yo me echo a la piscina, discurro sobre los ingredientes de la ginebra, debato la existencia de un momento indicado para disfrutar cualquier canción que exista en el planeta, recuerdo lo linda que te veías esa mañana en tu baño. Hago de todo un poco y mucho de nada, como gusta, y no me entero del festín que se están dando los bichos infames gracias a la delgadez de mi piel y a los nutrientes de mis alimentos. Así que sí, me comen y yo ni me antero. Espero que sean los únicos.

Tercera cosa: aparte de que esconden su identidad y son tan furtivos como un ladrón de la Pantera Rosa, no hay nada que pueda contra ellos. Nada. Ni los aparatos eléctricos que emiten un silbido, a veces imperceptible para el hombre y otras veces parecido a una tortura de siglo XXIV, ni el famoso jabón nopiquex, ni las mil y un marcas de repelentes. Algunos dicen que la tiamina, pero si uno se echa de eso huele a plástico quemado a dos metros de distancia, así que ahí ningún animal se lo come a uno. Ni un humano… y pues tampoco.

¿Así que solo nos queda ir, gozar, y luego sufrir de las consecuencias? ¿La piquiña de los días siguientes es tan inevitable como el guayabo del domingo? ¿Si me echo luego menticol o Cruz Azul® (“cuando pica, pica, pica, cuando rasca, rasca, rasca”) o limón en polvo o Caladryl® (“si te pican o te rasca, si te quemas con el sol”), me va a dar lo mismo? Pues no.

No, señores y señoras, damas y caballeros. Por fin, después de más de un año, se va a entender el nombre de este chuzo: el boticario, fiel a su profesión, les trae un remedio, una cura, un alivio para que pueda ir al estudio, al trabajo o al salón de belleza sin convertirse en el hazmerreír debido a sus extraños movimientos y muecas de placer al rascarse.

Se ha vendido la baba de caracol, la placenta de pato, la gelatina de pata. El boticario, conciente de sus limitaciones, les trae el mejor invento contra los bichos: el moco de rinítico. Untado sobre el cuerpo, no hay bicho que se acerque y logre picar – es más, se quedará ahí atrapado y usted, niñoseñorseñora, tendrá el placer de verlo morir. Su color untuoso verde le brinda la elegancia que necesita. Como si lo anterior fuera poco, su alta concentración de agua permite que las quemadoras en su piel sean rápidamente aliviadas. Se efectividad está comprobada ¿o alguien ha sido picado inclementemente cuando va a tierra caliente y tiene mocos? ¡Que alce la mano y levante la voz el que lo haya sufrido! ¿Ven? Nadie.

Se reciben pedidos por este medio.

P.D. A ver si me dejo de comer los mocos, y más bien me pongo algún dinero extra.

lunes, octubre 02, 2006

Hrvatska

Desde que vendí mi alma al tinto de las 3 p.m., el trabajo de los sábados por la tarde y las demás incumplidas promesas del mundo corporativo, he experimentado grandes y largos cambios. No es solo que los viernes suelan ser más cortos porque terminan entre las diez y las diez y cuarenta y tres de la noche, fruto del cansancio y los martines de Sirocco y Mink, uón, ni que ahora las chicas ya no quieran compartir conmigo el perro fulequipo de la Mona sino por lo menos el carpaccio de mero de Amarti (o si no, pailas, acuéstese a las diez y cuarenta y dos, solito y sin consumar aquello que tanto le gusta hacer en el minuto que queda de vida). Resulta que, encima de eso, tengo que andar con el moco ridículo ése que llaman corbata.

Las niñas de la oficina usan pantalones negros y carteras largas todos los días, y yo me amarro el adminículo ese al cuello como un suicida inepto, y trato de que el nudo quede sonriente y de que la pinta del bicho salga con mi estado de ánimo o con el saco de la secretaria bonita. Sobra decir que siempre fracaso. Encima no me puedo comer una pinche hamburguesa, ni untar con alguna salsa cualquier bastón de apio, papa frita, totopo, kaprichito o achira que me encuentre, porque las corbatas ejercen un magnetismo como sexual sobre los brebajes que se escurren del alimento. Conclusión: uso corbatas, pero nunca salen con nada y se manchan. Y las manchas tampoco salen con nada.

Así que me ha tocado iniciar eso que un compañero de oficina, abogado tinterillo y godo donde los hay, llama “furtus usus” o algo así: “hurto de uso”, dice cuando agarra un libro o un esfero mío, y se ríe de un chiste que creo que no tiene sentido desde cuando los leones se cansaron de comer cristiano en el circo romano. En otras palabras y para dejar de hablar mierda (ah, pero ¡cómo libera hablar mierda sin ton ni son!) me tengo que tumbar las corbatas. Bueno, no me las robo definitivamente sino, como el cantante de “la celosa”, solamente las tomo prestadas por algunas horas – aunque después terminen con manchas insospechadas. Y no tocaré más este punto.

El caso es que igual eso tampoco me funciona. Mi hermano tiene corbatas de Los Cazafantasmas y Los Thundercats, porque solo las usa para sus reuniones de exalumnos del Jardín Infantil Patitos y Patitas, y cuando las utilicé me gané no solo la burla del vigilante de la oficina sino veinte sesiones gratis con la psicóloga de la empresa. Entonces empecé a usar las de mi papá, hasta que mi amiga de la oficina, la que me ha hecho perder a varios amigos por habérselas sacado cualquier “juernes, maríc” (“¿y está buena?”, “pues… uy, baila muy bien!”. Solo se la pilló el que me preguntó si tenía chucha, porque le contesté con que esa halitosis nunca sabría que otros olores podía despedir su cuerpo”), me dijo que honestamente unas tenían color de vómito de pizza hawaiana y las otras eran tan flaquitas que parecían de mi mamá o de Boy George (Mierda, hasta ahora me doy cuenta que comparó a mi mamá con el primer transformista que recuerdo… ¿será que mi mamá tiene pinta de hombre vestido de mujer? Puede tener que ver con eso de que cuando estoy con otras dos mujeres, digo, con dos mujeres, ellas siempre dicen “nosotras”. Mierda.)

Total, que solo me quedaba una corbata limpia esta mañana. De un impecablemente neutral tono azul y fruto de una broma nunca comprendida, era de Coca-Cola, con letreros minúsculos que solo se notan si se mira la corbata colgado cabeza abajo en una noche de luna nueva, tras haberla frotado con excremento de pingüino antártico y haberse lavado los ojos con un brebaje que incluye pipí de quinceañera, licortransparenteysinnombrepropidelaindustrialicoreradebolivarquevienenebotellatriangular y tintura de añil. Bueno, el caso es que tenía esa corbata, que me hace juego con las medias de punto locura que tengo desde 1996 (ahora descontinuaron la colección… ya me va a tocar ponerme medias de rombos los sábados, para que hagan juego con la chaqueta de gamuza… voy a entrar a la cuarentena y los amigos y las mujeres me pondrán en cuarentena) y, desde el otro lado de la calle saltó mi traga eterna de la adolescencia, saltó a mi cuello, me abrazó como se abraza a un padre al que se creyó muerto e introdujo su lengua en lo oído izquierdo. Era mía, por fin, catorce años y veinte kilos más tarde. Pero su mirada extraviada no me pintaba muy bien, y menos su pinta de hippiepseudoregenerada: no sé si estaba trabada o le gustaba echarse el menjunje ese en los ojos, pero notó que se trataba de una corbata de cocacola. Supo que mi alma había sido vendida. Y me dejó.

Malditos yupis, malditos croatas.


P.D. Este es el regreso del viejo boticario, que había sido desplazado por la poética barata y el silencio cómplice. Falta brillo, falta chispa, ¡pero regresó!

P.D. 2: Al primero que adivine o averigüe el por qué del título, se gana premio sorpresa.

P.D. 3: Como me gustan las postdatas… es como hablar mierda, pero de a poquitos.