Para discutir de todo...como en botica.

jueves, enero 25, 2007

Muerte, vida, nacimiento

Me despierto una mañana y no me entero de nada nuevo porque la noche anterior supe lo único que me interesaba saber, gracias a la página web del periódico (sí, EL, porque no hay muchos más): ayer leía la obra de un vivo, hoy el señor está muerto. Así, coincidencialmente o lo que sea, quizás yo leía mientras él agonizaba , quizás él veía por última vez a su familia mientras me llevaba a algún pueblo perdido de Siberia o me presentaba la tristeza del Mar de Aral. Como pierdo la vida, viviendo vidas ajenas.

Desespero porque cuando tengo la oportunidad de escribir, me ganan la pereza, el miedo o la distracción, y cuando estoy ocupado, lejos del papel y del teclado, me asaltan ideas, frases, imágenes. Lo peor son los personajes, las voces en mi cabeza, la forma en que camina él, el eco de la muerte de Juana la Casquivana, todas esas compañías distantes, tan cercanas a mis fantasmas y mis sueños que me aterran. Y cuando trato de concretarlos, de arrinconarlos contra el papel, entre las letras, huyen, se deslíen como si las palabras les quitaran vida. Y me quedo sin poder desarrollar estas vidas mías que son ajenas.

Y lo que realmente me quita el sueño, más que no tener un peso para irme de paseo a Ráquira, más que dormir sin almohada y con los pies en la cabecera de mi cama fría y vacía, es no poder verte, es perder las esperanzas de oírte, es soñar con hablar contigo y reprimir las ganas de siquiera imaginarlo mientras estoy despierto. Ocupas mis sueños, colonizas los rincones en los que debo guardar mis secretos, me torturas con la claridad de tus ojos y la profundidad de tus miedos. Quiero volverte a vivir. Esta es una vida ajena por no haberte vivido como debía. Debería volver a nacer, para vivirte como es debido.