Estatua
Es tanto y tan demoledor el ruido que ya nada suena. Se congela la vida en este instante de falso silencio que aprisiona mis brazos, y aunque me mueva, aunque salte y lance golpes al azar, nada ocurre. En silencio nada pasa.
O sí, sí pasa, pero no afuera: el silencio reduce la realidad, impide interactuar, retrae. La implosión del silencio. Entonces tomo todo el aire que le cabe a mis pulmones, abro la boca, tensiono las cuerdas vocales: un grito, un alarido de vida, un aullido que debe poner de nuevo a girar los engranajes del tiempo. Fracaso. Es más ruido, es más silencio, es más energía que me comprime.