Para discutir de todo...como en botica.

martes, noviembre 21, 2006

Cantaleta de motos

Odio las motos.

Puede ser porque no sé montar ni en bicicleta ni en patines y los carros me dan asco y terror. Pero las motos me resultan realmente detestables, con sus estallidos de inmundicia por estar mal calibrados los motores, con sus ruidos de motosierra paraca, con sus estructras endebles y totalmente carentes de belleza.

Lo primero es que rompen con todo sentido de justicia. ¿Cómo es eso que valen la quinta parte (por decir algo, que no sé nada de estos temas) de un carro, lo bloquean porque andan orondas por medio de cualquier carril de una vía, y luego, llegado el inevitable trancón bogotano, terminan en primera fila del semáforo? Es injusto, INJUSTO!

Además de ser injustas, son reinas de la ilegalidad. No respetan pico y placa ni señal de tránsito: hacen la U donde se les da la gana, se meten en contravía, contaminan a más no poder. Malditas. debería haber una cárcel de motos, o hasta un cadalso para fundirlas y convertirlas en armas, que es lo que necesita el ejército de nuestra patria para custodiar sus lomas y sus quebradas, para asegurar una platica para el campesino honrado que sapea al vecino para ganar una recompensa, que... mierda. Ése no era yo, era el consejo comunitario.

Injustas e ilegales, las malditas motos son asesinas. Se meten entre dos carros que ya se estaban cerrando, arriesgando sus vidas y la integridad de los automóviles. Se suben a puentes peatonales o andenes, y arrastran por delante con faldas plisadas, juguetes de niños y tranquilidad de paseantes. Montan en sus espaldas a indómitos jóvenes hijos de sus padres, y luego les destrozan el hígado o les quitan la cabeza contra cables de alta tensión. Incluso dejan subir a un segundo ocupante, el inefable parrillero que prohíbe la policía cada dos por tres, cuyo objetivo es un modelo gay, un ministro comprometido o un transeúnte perdido.

Odios las motos. Y mi papá no me quiere comprar una.